Al pie de Los Comechingones, en Villa del Carmen, nació Julio César Domínguez. Hijo de maestros rurales y con tres hermanos vivió una infancia feliz en la que su padre dedicó su vida a la escuela y su madre tuvo que viajar con sus retoños a San Luis para que pudieran finalizar la secundaria. Julio terminó la primaria en el colegio “Lafinur” y se recibió de maestro normal en la escuela normal “Juan Pascual Pringles”.
La primera pincelada de este gran artista –cuya obra mayor es el Monumento al Pueblo Puntano de la Independencia- fue en su escuela rural. “Me gustaba dibujar y lo hacía bien, me reconocían por eso. Mi maestra me pedía que le hiciera las láminas para la escuela”, recordó Julio, con una risa tranquila.
La posibilidad de cursar un taller libre de arte fue, tal vez, el primer contacto de Domínguez con el arte profesional y de esta manera comenzó indefectiblemente una carrera que marcaría para siempre la historia de San Luis.
Cuando se creó la primera Escuela de Bellas Artes, en un aula Julio dibujaba y en otra aula Ana Esther Moyano bailaba danzas folclóricas.
Para estudiar arquitectura, Julio viajó a La Plata, pero los compromisos de una Argentina nacionalista lo obligaron a volver a San Luis. Tal vez el destino ya tenía una coartada preparada para él. El fin del servicio militar dejó al inminente artista dedicarse a lo que le gustaba, inició un taller de arte donde conoció a Walter Lucero, quien se convertiría en su compañero de aventuras.
Además de sus logros como artista Julio tiene sus méritos como docente. Al recibirse de profesor de artes plásticas colaboró para transformar el colegio secundario de Luján, donde actualmente vive, y lo nombraron director organizador de la Escuela de Comercio.
Julio estaba listo. Se inscribió en un concurso para diseñar el actual escudo de la Universidad Nacional de San Luis y lo ganó. Ése fue su primer reconocimiento.
Cuando se convocó al concurso nacional de artes y proyectos para hacer en Las Chacras el Monumento al Pueblo Puntano de la Independencia, Domínguez sintió que su gran oportunidad había llegado. Junto a Walter Lucero y al arquitecto Hugo Larramendi crearon un equipo de trabajo llamado “Pirquinero”. Hicieron un proyecto, lo pasaron a maqueta, se presentaron y ganaron.
Con el tiempo contrarreloj y un plan enorme comenzó el trabajo. El GADA 161 les prestó un galpón y la mayor parte de la labor fue ahí. “Tuvimos que asesorarnos, la obra era muy grande. Desde Fundición Buchhass, una empresa alemana en Buenos Aires, nos recomendaron hacer la base del diseño en telgopor”, recordó Julio. La gran atracción del monumento está formada por 23 figuras de más de tres metros y la representación del pueblo tiene más de seis metros. La obra está inspirada en el poema “Digo el llamado, de Antonio Esteban Agüero, que describe lo que ellos representaron: San Luis, la Gestión Libertadora y los hombres y el alimento. Además, en la obra, el hombre que se eleva, en representación del pueblo, es el espíritu del pueblo puntano que creó Víctor Saá en uno de sus trabajos históricos. “Quisimos hacer una simbología de fuerza para hacer referencia a San Luis. Le incorporamos los dos venados que están en la figura, que caracterizan a nuestra provincia”, detalló Julio.
“Cuando todo eso llegó a San Luis conseguimos una grúa de Villa Mercedes para levantar el monumento que pesaba más de once toneladas. Así lo pusimos en el pedestal y los detalles para soldar se hicieron arriba”, cerró Julio con su característica humildad.
La colaboración en ese trabajo implicó a la esposa de Julio y a seis de sus siete hijos. “Mi hija más chica todavía no estaba, pero fue un trabajo en familia. Hasta el día de hoy nos complace recordar que formamos parte de eso”, destacó.
Muchas de las estructuras que los puntanos ven a diario tienen la firma de Julio. La clásica réplica de la Estatua de la Libertad ubicada en Rivadavia y Pedernera, el cóndor de 10 metros que decora el ingreso a Potrero de los Funes, el mural que se encuentra en el acceso a Saladillo y dentro de los trabajos que más orgullo le da –sumado al Monumento- están las 39 esculturas que decoran la catedral más grande de América ubicada en la ciudad de La Plata.
“Yo me siento conmovido. Uno no toma dimensión hasta que pasan los años y a la distancia entiende lo que ha hecho. Hoy mis nietos hablan de los que ha hecho el Tata”, concluyó Julio, que como si fuera poco tiene 16 nietos y 15 bisnietos. Otra de sus grandes obras.
La muerte del profesor Dominguez, a los 77 años, conmociono al mundo artístico y a la provincia dado que su talento quedo grabado en innumerables obras que eternizaron su creatividad. (Biografía extraída del Diario de "La República")
Agregamos una entrevista realizada por alumnos de la escuela.